22 de enero de 2010

Un hombre denuncia a su vecina por no desconectar sus aparatos electrónicos

Los nuevos tiempos traen a veces nuevas enfermedades. Una de ellas parece ser la sensibilidad electromagnética (en inglés electromagnetic sensitivity, o EMS), un mal que afecta a Arthur Firstenberg, vecino de la ciudad de Santa Fe, en Nuevo Mexico (EEUU).

Firstenberg, de 59 años, comenzó a sentir los síntomas de esta enfermedad en 1980, cuando era estudiante universitario, entre ellos, pérdida de memoria y dolores estomacales. Varios médicos le han diagnosticado después como extremadamente sensible a radiaciones químicas y magnéticas.


Desde luego, no es una situación envidiable hoy en día, cuando nos vemos expuestos a cientos de ondas electromagnéticas procedentes de todo tipo de redes y aparatos conectados. En el caso de Firstenberg, la situación se ha vuelto un tanto extrema, obligándole incluso a abandonar su hogar.

Parece ser que su vecina, que vive apenas a cinco metros en un barrio residencial de Santa Fe, se ha mostrado poco sensible a la enfermedad de Firstenberg, a pesar de estar perfectamente informada de la misma, y se ha negado a apagar su nuevo iPhone por las noches, así como a desconectar el Wi-Fi de su ordenador.

Todo esto ha obligado al sufrido Firstenberg a abandonar la casa que compró hace un año, refugiándose en casa de amigos o incluso en su coche. El hombre alega que no puede hospedarse en hoteles, ya que la mayoría están equipados con ordenadores y acceso inalámbrico a Internet, lo que no haría sino empeorar sus males.

Firstenberg ha presentado una demanda contra su vecina en un juzgado local, acompañada de diferentes informes médicos que acreditan el origen de sus achaques desde hace más de una década. Ahora corresponde al juez local dictaminar una sentencia.

Desde que se mudó a Santa Fe hace cinco años, Firstenberg era conocido por su papel como activista en grupos opuestos a la instalación de redes inalámbricas públicas, por ejemplo, en el Ayuntamiento o las bibliotecas municipales. También se opuso, al parecer sin mucho éxito, a la instalación de antenas para móviles, al de un sistema de control remoto para el abastecimiento de aguas y al de otro para detectar incendios forestales.

Tal vez lo más sencillo sería que se mudara al cercano desierto, allí donde ninguna onda electromagnética pueda perturbar su delicada salud...

Fuente: La Flecha.net

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