
Éste era un propulsor volátil de los olores, que los alquimistas mezclaban con esmero.
En el siglo VIII, un sabio nos legó la receta para elaborar el perfume perfecto: “Una mezcla delicada y armoniosa de rosa Real, rosa de Persia, basilisco de Samarcanda, nenúfar de Albania, aloe indio y musgo del Tíbet".
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