
La mujer, que falleció a los 86 años, apuntó regularmente los nombres de farmacéuticos, cajeras del supermercado, conductores de autobús, carniceros o enfermeros a quienes estaba agradecida. Su intención era dar una alegría a tantas personas como fuera posible, dijo su abogado. Y cada uno heredará unos 1.200 euros.
Aunque la anciana residía en una vivienda de protección social con un televisor en blanco y negro, dejó una sorprendente herencia de 280.000 euros. Sin embargo, a su entierro, el año pasado, en Dieppe (en el norte de Francia), sólo acudieron una docena de personas.
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