
El reto fue reaprender las habilidades naturales de supervivencia que la gente de ciudad ha olvidado. "Al principio fue muy difícil. Tuve que encontrar comida, construirme un techo, aprender a pescar, todo".
Durante los primeros dos meses, Rosset, perdió casi 18 kilos de la grasa corporal que había estado almacenando previo al proyecto, y fue hasta que descubrió la forma de atrapar a los cerdos salvajes de la isla cuando pudo mantener su peso estable.
Entonces encontró a su unico amigo, el "cerdito bebé". "No me lo pude comer porque no tenía suficiente carne, así que lo llevé conmigo y se quedó durante tres meses. Era como un perro y me seguía a todas partes", señala.
Después de ochos meses en la isla logró adaptarse a las limitaciones a las que no estaba acostumbrado.
En su blog narra paso a paso su experiencia en la isla. "Pasaba la mayor parte del día sin hacer nada, mirando al enorme océano o a las mariposas del lugar. Ya tenía suficiente comida, así que se puede decir que me sentía como en mi hogar", confiesa.
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